miércoles, 30 de diciembre de 2009

San Fermin 2009



Esta ha sido una de las mejores experiencias arriesgadas sin duda. Fuimos el día anterior a la tarde y ya tener que aguantar entre tanta fiesta sin beber fue duro. Luego después de toda la noche, nos confinaron a todos los corredores en unos pocos asfixiantes metros cuadrados durante casi dos horas que preparaban el resto de calles. Pero al final mereció y mucho la pena. Esa adrenalina de correr junto al toro es insuperable. Entrar junto a los toros a la plaza abarrotada de gente aplaudiendo. Mucha gente dice que es muy peligroso, que si es muy temerario, y si lo es, pero yo no lo veo así. Aunque para mí el riesgo que suponía era realmente lo que me atraía.
Es una adrenalina además totalmente diferente a la de hacer puenting.

Al hacer puenting, la adrenalina que generas es la creada por la caida libre que sientes y los Gs de presión que soportas en el balanceo. Pero no tienes la adrenalina que generas ante el peligro, ante la posibilidad de que algo salgo mal porque es muy fácil cometer un error fatal como es corriendo entre los toros.

En San Fermín es diferente. Yo esperaba en la calle estafeta, la gente se iba acercando, dos minutos antes de la salida ya había gente y guiris sobretodo gritando que ya venían los toros cuando no se había oído ni el primero de los 3 cohetes que marcan el ritmo del encierro. A las 8:00 en punto sonó el segundo cohete que anunciaba la salida de los toros y calcule más o menos cuando tardarían en llegar a mi posición. En estos momento la gente que corría delante mío mientras yo esperaba era incontable. El miedo empezaba a apoderarme pero me dije a mi mismo que hasta que no viera al primer toro no empezaría a correr. Y asi hice, en cuanto vi pasar el primero me meti como pude entre la riada de gente y me puse a la par del lomo del segundo y seguí su ritmo los pocos segundos que me dejó la gente. Más tarde por telefónica la gente se cayó delante mío y no tuve tiempo de reaccionar entre la gente cayendo como un dominó delante y la gente detras empujando.

Levanté como pude del suelo y junto a otro toro entre en la plaza con la boca seca por efecto de la adrenalina que me invadía. Finalmente oí el sonido del 3er y último cohete que anunciaba que los toros estaban ya guardados. Salieron unas cuantas vaquillas, y tras un rato conseguí salir de la plaza prometiéndome a mi mismo, que siempre que me fuera posible, volvería a correr el encierro de San Fermín.

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