domingo, 11 de abril de 2010

Vidas Descatalogadas


La semana pasada salió en el XLSemanal un artículo de Juan Manuel de Prada que me pareció muy bueno. Suelo leer sus artículos, a veces estando de acuerdo con él, la mayoría de veces en cambio no estándolo. Me parece una persona con una posición muy conservadora, si no lo es objetivamente, si lo es para mi gusto. Además tiene también un punto de proselitista que no me atrae. Se le nota que es un Barakaldés de derechas. A pesar de ello, le leo, porque hay que leer de todo y de todos, y porque me gusta mucho el estilo de escribir que tiene, con ese vocabulario culto, referencias culturales y símiles que utiliza. En su último artículo, hablando de los mendigos de la calle, me pareció que describió perfectamente nuestra sociedad ante esta gente que no tiene más que la calle para vivir. Al final de la entrada pongo el enlace al artículo completo. Pero me gustaría rescatar dos párrafos, el primero para situar al lector que no vaya a leerlo completamente, y el segundo porque me parece deliciosa la manera en la que usa la autocrítica para describir al 99% de la sociedad.

En el pasadizo subterráneo de la estación de metro de Banco de España, al pie de la plaza de Cibeles, en el corazón de Madrid, viven o languidecen hasta una docena de mendigos en unas condiciones de insalubridad pavorosas. Envueltos en cartones que los protegen de las corrientes de aire, yacentes sobre colchones repescados de algún vertedero, exhalan un olor pútrido en el que se entremezclan los miasmas de enfermedades indescifrables y los efluvios rancios de sus propios orines. A eso de las ocho de la mañana, cuando paso por allí, los veo remejerse somnolientos entre mantas costrosas y harapos, como restos de un naufragio que se han quedado arrumbados en una playa desierta; borroneados por las sombras, parecen apenas bosquejos de hombre, una hermandad de vidas arrugadas y apátridas que no figuran en ningún catastro, inquilinos de la soledad, sombras en tránsito hacia la nada. Los transeúntes que se aventuran por el pasadizo aprietan el paso, contienen la respiración, clavan la mirada cabizbajos en el suelo, para evitar que la visión dantesca les amargue el día; y, cuando por fin ascienden otra vez a la superficie, toman aire aliviados, como quien despierta de una pesadilla que a punto ha estado de devorarlos.

Yo soy uno de esos que pasan ante los mendigos apretando el paso, conteniendo la respiración, contando los segundos que restan para alcanzar las escaleras que me conducirán a la superficie. Aquí, en la superficie, puedo compadecerme de los huerfanitos de Haití, puedo preocuparme de los estragos del cambio climático, puedo lloriquear pensando en las focas que son sacrificadas por cazadores sin escrúpulos, puedo –en fin– entregarme a las causas más solidarias, que son las que ocurren en los arrabales del atlas, en los desvanes de la estratosfera, en los hielos árticos, allá donde mis ojos no alcanzan y mi corazón no siente, o sólo siente de oídas. Aquí, en la superficie, puedo olvidar lo que mis ojos no quisieron alcanzar ni mi corazón sentir, mientras cruzaba el pasadizo; y puedo imaginar, colmado de euforia y optimismo, que tal vez con la primavera la fachada del Ayuntamiento vuelva a engalanarse de pancartas olímpicas, mientras abajo, allá donde se quedó sepultada mi humanidad, unas cuantas vidas descatalogadas se pudren lentamente, como paquetes sin destinatario en los sótanos de una oficina de correos.

Juan Manuel de Prada, XLSemanal 04 de Abril del 2010
http://xlsemanal.finanzas.com/web/firma.php?id_edicion=5087&id_firma=10712

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